Gramaglia: «Me joden por K y por peroncha»

A contramano de los discursos que aseguran que los jóvenes son apáticos, la delantera cordobesa de 19 años habla con orgullo de su sensibilidad social y su interés por la política. Fue abanderada, capitana de la selección juvenil y se transformó en la primera jugadora argentina cuyo pase fue comprado por un club del exterior.

El fútbol femenino enterró tabúes que el masculino todavía arrastra. Sus protagonistas les sacaron el velo a asuntos que sus pares varones aún no se atreven a enfrentar: homosexualidad, discriminación, violencia, y la lista sigue. Y, entre mujeres futbolistas, hay algunas que van todavía más allá y proponen debatir sobre algo que, en cualquier ámbito, resulta siempre incómodo en una sociedad polarizada: la política.

Como cuando en sus inicios en la única división que tenía Talleres, cuando “era un palito” y sus rivales la doblaban en edad y en estructura física, esquivó patadas y cuerpazos, Paulina Gramaglia, la primera jugadora argentina en ser comprada por un club del extranjero, debe ahora sortear dardos cargados de pesada ironía por su interés político.

“Me parece que en el fútbol femenino pasa como en el masculino, que no se habla de política. Por ahí, a mí me joden con que ‘a vos te gusta la política’ y qué sé yo, pero no me importa lo que digan. Sí creo que hay muchas más mujeres futbolistas que se expresan, que protestan, que manifiestan todas las cosas que consideran injustas o que se tienen que cambiar. Pero, si estás en un plantel, en un vestuario, (la política) sigue siendo un tema complicado. Yo lo hablo sin problemas y por ahí me joden con eso”, le dice a LA SAETA la cordobesa cuyo pase fue adquirido por el Houston Dash, equipo de la Liga Nacional de Fútbol Femenino (NWSL, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, la que para muchos es la mejor competición de fútbol de mujeres del mundo.

—Te joden por K, por amarilla, por peroncha, ¿por qué?
—Por la primera y por la última, por K y por peroncha, ja, ja.

Los deportistas, como los artistas –y, hagámonos cargo, como los periodistas deportivos con el club del que somos hinchas-, evitan tomar partido en cuestiones que despierten polémica. Sin embargo, la surgida en la escuelita mixta del Club Parque Vélez Sarsfield se sale del molde no sólo por sus condiciones de delantera implacable, sino porque se hace cargo de la incomodidad que le generan las injusticias.

“Yo no creo tener una pantalla muy grande, pero sí creo fervientemente que los jugadores y las jugadoras, si tenemos la posibilidad de manifestarnos a favor de lo que creemos, y más si son cosas que nos involucran a todos, lo tenemos que hacer. No sé si está mal visto, pero a veces se espera que el deportista o el futbolista esté en una posición ‘neutra’, si es que eso existe. Pero yo, que tengo la oportunidad de expresarme, de defender lo que quiero y pienso, no me voy a detener porque haya gente que piense diferente. Porque eso pasa en todos lados: hablando de fútbol, de política, de lo que sea. Y bueno, al que no le gusta, me puede dejar de seguir ja, ja”, razona quien, a los 19 años, vistió ya las camisetas de las selecciones nacionales sub-17, sub-20 y de la mayor.

Hablar de fútbol es, en ocasiones, la excusa perfecta para poner sobre la mesa temáticas que exceden a una pelota N° 5. De a ratos, el deporte puede ser el vehículo ideal para alumbrar algunas sombras de un mundo desigual.

“Como deportistas, estamos siempre hablando de esto, de fútbol, porque es lo que tenemos más cerca –infiere la exjugadora de la UAI Urquiza-. Pero así como una pide por la federalización del fútbol y por oportunidades igualitarias respecto al fútbol masculino en el interior, sucede lo mismo en otros temas. Vivimos en un país en el que, como dicen, ‘Dios atiende en Buenos Aires’ y eso no está tan bueno. Se tiene que federalizar en todos los sentidos”.

Son sus firmes creencias las que hicieron que nunca se sintiera seducida por un club que parecería a medida de sus intereses: el fútbol profesional y los derechos humanos.

A contramano de lo que hicieron unas cuantas jugadoras, que de Talleres pasaron a Belgrano, institución señera en fútbol femenino –el único de Córdoba en Primera- y en la visibilización de problemáticas sociales, Gramaglia asegura que jamás evaluó “traicionar” al club de sus amores.

“Nunca me llegó la oferta ni tampoco me despertó interés ir a Belgrano. Tuve la oportunidad de ir a Talleres, allá fui y no lo cambio por nada. Y hoy, que estoy viendo adónde voy a ir a préstamo, tampoco jugaría allá. Es cierto que Belgrano tiene más ese trasfondo de compromiso social y, más allá del club en que uno juegue, me parece que las convicciones están igual y las cosas que uno cree que son correctas y que las tiene que defender se defienden igual, sin importar la camiseta que se esté usando. Nunca digas nunca, pero hoy te digo que no, que no va a pasar eso de que juegue en Belgrano”, afirma quien en la “T” estuvo casi cinco años.

De plata, de cuánto ganan y de sus contratos. De eso tampoco hablan los futbolistas ni buena parte de la sociedad en general. Y de todo eso reflexiona a micrófono abierto la goleadora que alguna vez jugó al hockey en el equipo de la Universidad Nacional de Córdoba.

“Hay muchas realidades, no se puede generalizar y responder si ‘se puede vivir del fútbol femenino’. Por ejemplo, si estás jugando en la liga de Buenos Aires, depende mucho del club en que estés y de qué cosas te puedan brindar, más allá del sueldo estipulado por AFA. Con ese salario mínimo, si sos del interior y el club no te brinda departamento ni comida, no podés vivir del fútbol. Si, en cambio, lográs que un club te pague un salario más o menos bueno y te dé alimentación, vivienda y transporte, es otra cosa. Con los acuerdos con las marcas pasa igual. Yo, en mi caso, firmé con Nike hace dos años y el arreglo es por una cierta cantidad de plata en indumentaria. Entonces, te van dando ropa por ese monto”, cuenta quien durante su año a préstamo en Houston vivió como la gran mayoría del plantel: compartiendo un departamento con otra jugadora.

El vals de Lionel
No hubo fiesta, vestido ni viaje a Disney. Para sus 15 años, Gramaglia quiso cumplir un sueño que, de alguna manera, todavía tiene.

«Mi hermana es cuatro años más grande que yo y, cuando cumplió 15, fue al Mundial de Brasil. Entonces, yo dije que cuando sean mis 15 quería ir al Mundial también, pero fue en Rusia, imposible: ¡mirá si íbamos a ir a Rusia! Entonces, dije: ‘Bueno, quiero ir a verlo Messi’. Viajé con mi papá y mi mamá, fuimos a Barcelona, y tuvimos la suerte de verlo en dos partidos e hizo un montón de goles, fue impresionante», recuerda quien, pese a ser diestra, juega de extremo por izquierda.

Y aunque se dio el lujo de ver a Leo poniendo de pie al Camp Nou, a su historia con el astro rosarino todavía le falta un capítulo. Porque, si bien los dos son futbolistas de élite que juegan en la Selección, aún no pudo conocerlo en persona: «Siempre que me preguntan si conocí a Messi, digo que todavía no. Tengo un poco de fe en que, en algún momento, me lo voy a cruzar».

Dice que no sabe cómo hace aquello que hace maravillosamente bien. No es capaz de explicar por qué cautiva adentro de la cancha y adentro del aula.

—¿Por qué te eligieron abanderada en el Manuel Belgrano, tu excolegio?
—No sé, ja, ja.
—¿Por qué fuiste capitana de la sub-17?
—Qué sé yo, lo decidieron los técnicos, ja, ja.
—Y por qué fuiste elegida entre las 20 mejores promesas del fútbol femenino mundial según NXGN (Next Generation), ¿tampoco sabés?
—No, tampoco, ja, ja.

Se ríe de todo, en todo momento, con una dulzura que la desborda. El único tema serio que la pone seria es cuando escucha sobre la falta de inversión de aquellos que no creen en el fútbol femenino.

—¿Qué le dirías al dirigente que te dice: “Yo en mi club no puedo poner fútbol femenino porque no genera lo que genera el masculino”?
—A veces, no vale la pena decirles nada, porque están con esa idea tan arraigada que lo único que hacés es angustiarte, indignarte, porque intentás debatir, poner argumentos y, al fin y al cabo, están tan cerrados en eso que no se puede. Pero estoy 100 por ciento segura de que están equivocados. No están entendiendo cómo funciona en el mundo del deporte y el mundo general: si querés que algo genere ingresos, primero tenés que invertir. Y me da lástima que no se hagan eco de tantos ejemplos tan buenos alrededor del mundo: en una Eurocopa, las selecciones de España e Inglaterra juntan 70 u 80 mil personas todos los partidos. ¿Me vas a decir que eso no genera ingresos? Tendrían que hacer el clic y darse cuenta de que es el momento de poner plata, porque en un futuro esto va a atraer el doble. Pero bueno, el que no lo quiera hacer ahora después va a quedar atrasado, así que, que no lo hagan nomás, después se van a arrepentir.

Con sus 19 años y su enorme talento, tiene una vida y una carrera por delante, y una valija de sueños pendientes que, con la misma fórmula que la trajo hasta acá, se ilusiona con ir vaciando lentamente: “El objetivo que tengo a mediano plazo es mi sueño, jugar el Mundial, que se hace a mediados de año en Australia y Nueva Zelanda. Sé que no es fácil porque hay muchas jugadoras de un altísimo nivel y yo todavía no tuve mucho rodaje en la (selección) mayor. Pero bueno, con un poquito de suerte y bastante de esfuerzo, por ahí, puede llegar”.

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