La metáfora futbolera calza como un guante. Promedia la noche y el tipo desde la cabina es una suerte de goleador de raza esperando su momento. Merodea el área, juega de espaldas, se faja con los defensores, relojea dónde está el arquero… y pum. La clava en un ángulo.
Martín Huergo, 48 años, DJ desde los 13, siente/sabe que si suceden determinadas cosas, esa noche se vuelve a su casa con 3 puntos en el bolsillo.
“Yo siento que tengo la posibilidad de descontracturar heterogeneidades. Y hay una canción que descontractura heterogeneidades, que hace que el que está en la barra atendiendo embolado porque había pedido un aumento y se enteró cuando entró a laburar esa noche que se lo negaron; o la chica que fue a bailar con sus amigas y que no le gusta la música electrónica; o el dueño del boliche que discutió con la mujer y no está de humor; o el que de fiesta y está medio en pedo… Cada uno está en la suya y no está ahí, pero hay una canción que hace que todos estemos en conciencia, en la misma, y que hace que todos vayamos detrás de la misma cosa. Una vez que vos conseguiste ese momento, sentís que le hiciste el 1-0 al equipo del ‘Ruso’ Zielinski. Le hiciste el 1-0 a Italia. Entonces cambia todo. Ahí ya empezó a jugar la música. Ahí vos podés empezar a habitar el tiempo que está transcurriendo. Muchas veces vos estás tocando y la gente tiene una expectativa diferente. Ponés una canción y la interpretación es múltiple. Uno piensa que es una canción aburrida, otro piensa que es comercial, otro que la pusiste rápido, uno que dice ‘che tampoco es un temazo’… y así. ¿Es culpa tuya? Y hasta cierto punto sí. Vos buscás que todos estemos en la misma, generar ese clima. Ahí se descontracturó la heterogeneidad”.

—¿Eso te quita presión?
—Y sí. Ahí vos sentís que puede empezar otra historia. Podés ser más sutil, ir a a líneas más finas, usar otro tipo de hechizos musicales.
—Ahora, ¿a Martín Huergo lo llaman porque ya saben lo que puede dar o sentís que tenés que rendir examen todavía?
—Mirá, hay veces en que la gente viene predispuesta y ya sabe lo que va a pasar, pero hay veces en las que viene con una expectativa diferente. A mí me costó mucho tiempo estar en la expectativa de los demás. Es muy difícil eso. Intentar siempre cumplir a estadio lleno, intentar siempre sorprender, tener un criadero de conejos para sacar de cualquier sombrero. No es tan fácil la capacidad de sorprender, porque la gente está cada vez más distraída, cada vez tiene menos atención, en todo. A pesar de lo difícil que es hacer que la gente esté en conciencia, yo creo que hoy a mí, por lo menos en Córdoba, ya me dieron el premio de que yo pueda hacer lo que tenga ganas y que me lo van a respetar. Me pasa en Córdoba y en muchas otras ciudades y sucursales de Córdoba, como México, Miami o Barcelona, que está lleno de argentinos. Yo puedo ir a esas ciudades y ser bastante “menottista”, jugar con doble enganche, con un falso 9 y con dos puntas, que es lo que me gusta: intentar, darle movimiento a la música, no quedarme en un estilo ni tocar como hay que tocar; me gusta el intercambio permanente de climas.
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“En 2009, quizás, me tendría que haber quedado en Europa”
Alguna vez, un experimentado colega, en la soledad de un sábado por la mañana de una redacción, me hizo una confesión: “¿Sabés qué es lo que más me gusta del periodismo, loco? Hablar, conversar, estar con gente. Ni escribir, ni emocionar, ni nada. Sólo charlar”.
Nunca lo había pensado de esa forma, pero es cierto. No sé si es lo más importante de este oficio, pero seguro que es de las cosas más gratificantes. Entregarse a charlar con alguien apasionado por algo, pedirle que te cuente cómo descubrió ese fuego, ese algo que es su vida.

Mucho de eso hay en las casi dos horas conversé con Martín Huergo. Un DJ diferente. Un melómano sensible. Inteligente, audaz, carismático. Un tipo con mucha picardía.
Sentado en un sillón en el breve living de su casa, al lado de su inseparable amigo “Coy”, que cada diez minutos le recordaba quién de los dos se iba a tomar el primer mate, Huergo se soltó. Tanto, que después tuvo que pedirme incluir en esta nota algunas aclaraciones.
El DJ es una mezcla de entertainer y ángel vigía que desde lo alto de su cabina nos instiga a entregarnos a su arte, aunque, vale aclarar, a Huergo la palabra “artista” le sabe a demasiado.
¿Quién es Martín Huergo? “Por suerte no sé. Una persona muy apasionada, con sus limitaciones. Tengo mi vida y mis desafíos. La verdad es que pude lograr los objetivos que me planteé. Tengo 48 años y, todo lo que quería, de alguna u otra forma lo logré”, responde.
Criado en un barrio de la zona sur de Córdoba y con un paso por Buenos Aires, agradecido a su mamá María Inés que “se dedicó a cuidarnos siempre”, este fanático de Talleres y Messi descubrió la música de la mano de su hermano Fernando, un ilustre jazzista cordobés afincado en Boston hace décadas.
“Él, Fernando, es el que me incluye, el que me da tiempo en la música y la literatura. Me transmite y me abre todos los portales intelectuales cuando yo era muy chico. Era el más grande. Yo tocaba la batería y él el bajo. Me despertó un montón de cosas cuando yo era muy chico. Pero muy pronto se fue a EE.UU”.
—¿Y qué pasó?
—Yo quedo en Córdoba, pero no quiero tocar más la batería. Eso fue como a los 12 años. Empiezo a hacer lo que hacían todos los chicos: ir a fiestas. Yo era el que más música tenía porque estaba todo el día escuchando algo. Entonces yo ponía música. Y desde entonces, hace 36 años que estoy en la misma.
—¿Te arrepentís de algo?
—Yo diría que del 80% de las cosas que hice y hago me arrepiento. Todo el tiempo me arrepiento. Tuve decisiones drásticas. En 2009 me tendría que haber quedado en Europa quizás. Pero vine acá, puse una productora, hice fiestas, festivales, me hice muy amigo de mis ídolos. Pude hacer un montón de historias que tenía y que, si no, hubieran sido sueños frustrados. Pero bueno, hubiese ido por otro sueño. Estuvo todo bien, pero en un momento me volví un poquito empresario y productor de música electrónica.

—¿No era lo que querías?
—La verdad, no me sentí mal porque siempre tuve muchas ideas y mucha actitud para hacer cosas, pero a su vez posiblemente me distraje de un sueño muy grande que tenía. Todo todo fue muy bien, digamos, aunque hubo una decisión que siempre me pregunto: “¿Qué hubiese pasado si me quedaba en Europa?”. Estuve todo un día pensando si me iba a vivir a Europa, donde me estaba yendo bien, o si venía a Córdoba y empezaba a organizar eventos además de poner música. Porque Córdoba se había derrumbado y yo participé mucho de la reconstrucción de la escena electrónica. No estoy arrepentido, pero me queda la curiosidad de qué hubiese pasado, porque yo estaba para jugar, lo hice mucho, toqué en 21 países. Pero en ese momento estaba para quedarme ahí en Europa y para crecer mucho, y para que al volver acá fuera de otra forma. O posiblemente no, posiblemente me hubiese quedado pagando el alquiler y boludeando en un par de boliches y a los tres años volvía igual que como me fui. Pero no lo sabemos y es una duda importante que me queda en una carrera muy larga, muy trabajada, muy dedicada.
—Pero nunca dejaste de pasar música.
—No, nunca. Siempre seguí siendo más DJ que productor. En 2019 estaba con mi ídolo Richie Hawtin, ídolo de toda la vida, el mejor, el líder de la historia de la música. Y estábamos con él, con su manager y mi socio de ese momento. Estábamos, capaz, en el mejor festival del mundo en la cabina nosotros cuatro. Y yo sentí cosas muy divertidas, muy lindas, pero también sentí que de alguna forma, en la gran escena, yo ya estaba más visto como un empresario que como “hipersensible”. Me cuesta mucho usar en primera persona la palabra artista.
—¿Y qué sos, si no?
—DJ. Y hasta me suena más natural decir “descontracturado de heterogeneidades”, melómano o enfermo de la música, antes que artista. Hay muchos chicos que hacen un curso de DJ y en cuatro meses dicen «soy artista”. Es una palabra (artista) que no me termina de convencer. Mi hermano es un artista.
—¿Sentís que en Argentina te reconocen de acuerdo a tu recorrido?
—Yo creo que la gente está donde tiene que estar. Tengo mucho reconocimiento en Córdoba, en el país y afuera también. Reconocimiento de mis amigos, de mi familia, no sólo artístico sino personal. Siento que soy una persona respetada y eso me ayuda a estar en paz.
—¿Te importa la plata que ganás?
—Siempre me gustó más hacer que no hacer. Siempre fui un romántico de hacer. Pero llega un momento en que empieza a no haber tanta fuerza, tenés un limite con la espalda, con los oídos, ya no es fácil poder concentrarme y hacer un set de 15 horas.
—¿Hasta cuándo pensar tocar?
—Yo no sé si me voy a morir poniendo música o si me voy a retirar en un año y medio. No sé. Hay veces que vuelvo de tocar con el sentido absoluto de la vida sentado al lado mío en el auto. Siento todo lo que hago, todo lo que me banco, las críticas, la dedicación… Todo lo que me perdí. Yo no vi bandas de mi vida en vivo porque tenía que poner música. No vi a los Rolling Stones porque ya había quedado con el dueño de un boliche. Fueron 35 años de construcción lenta y sostenida de una carrera que me dio y me da muy mucha satisfacción. Yo por ahí vuelvo de tocar y siento que realmente está todo bien con la vida, o hay veces que decís “che, no sé si voy a volver a este lugar a tocar para este público, a disfrazarme de algo que no soy, a intentar generar una historia para conseguir que la cosa funcione”. Hay que tener ganas de despertarte todos los domingos lejos de tu casa rodeado de un mundo de plástico. La fiesta infinita, la compañía infinita, la plata infinita, el verso infinito. Todo eso es demasiado efímero cuando cuando vas a la profundidad de las historias.
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“Somos la contracultura, pero estamos siendo McDonald’s”
—¿En qué momento está la electrónica hoy en medio de tanta competencia de géneros y auge de tecnología?
—La electrónica llega al punto crítico cuando la pista de cachengue empieza a pasar la misma música de la pista electrónica y eso es lo que está pasando. Yo siento que ahora los DJ internacionales están muy comerciales, más que nada ciertos nombres. Y te ponen la música latina en la pista cachengue remixada. Por otro lado, hay algunos que le están faltando un poquito el respeto a la música. Nosotros, teóricamente, somos contracultura y a veces parece que estamos siendo «McDonald’s».
—¿Y vos qué onda?
—Yo le tengo mucho respeto a la música. Por ahí pongo cosas que son un poquito más comerciales que otras. En un momento yo tuve que trabajar mucho la construcción de la escena en Córdoba, y ponía música para mucha gente, que quizás no estaba decidida a escuchar música electrónica. Entonces, por momentos fui con herramientas un poquito más comerciales, claro que siempre con límites muy estrictos. Y logré hacer la carrera que quería.
—¿Qué pensaste cuando viste a Bizarrap en Vélez?
—Me encanta lo que hace Bizarrap. Porque aparte está esa deshonestidad de la que te hablaba. Él está de ese lado. A ver, primero hay que puntualizar que el tipo almuerza con Shakira. Si quiere almorzar con Madonna para proponerle algo, probablemente lo haga la semana que viene. Bizarrap está en otra liga. ¿Y qué tiene Bizarrap? Encontró lo de David Guetta, al revés. En su momento, David Guetta era un DJ de música electrónica con cierto halo de respeto en su atmósfera. ¿Y sabés qué? Él le puso Coca-Cola a un buen whisky. En cambio, Bizarrap tenía una botella de coca y trajo dos porciones de pizzas. Está muy bien lo que hizo. Ahora, Guetta agarró la música electrónica y la hizo comercial. Fue toda una movida que le dio mucho resultado. Y Bizarrap agarró el cachengue y dijo, «a ver, le vamos a poner ritmo». No tiene pretensiones de tocar en festivales de música electrónica.
—¿Dónde te ubicás? ¿Ser un DJ más de culto, más purista?
—Totalmente. Mirá yo le hice los remixes a La Mona y toqué en el Bum Bum entre Ulises y La Mona, ante 40.000 personas. En otro momento no lo hubiera hecho porque me iban a matar, por la cantidad de religiosidades… Ahora no me importa y aparte me da gracia, porque ahora ya con todo lo que están haciendo todos… Yo hice sólo dos remixes de dos canciones que me encantan de La Mona, a quien le tengo un respeto interminable, y que los usos son solamente ahí. Es como un tributo que me encanta hacerle. Me emociona la posibilidad de formar parte de eso y me hace sentir libre. Me hace sentir que tengo la llave de la cárcel en el bolsillo y que, cuando quiero, me voy. Pero me llevo la llave para acordarme de que estuve ahí, en esa prisión.
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Cómo gambetear la Inteligencia Artificial
Martín Huergo no es necio. Sabe que cada paso que da la tecnología hacia adelante no tiene retorno. El avance de las máquinas, a una velocidad cada vez más inabarcable, es inevitable. En ese sentido, ¿puede la Inteligencia Artificial complicar a los DJs?
—La IA no tiene límites. Creo que en cualquier momento puede aparecer un dispositivo que te diga cuál fue la canción que más les gusta a las 1.000 personas que acaban de entrar a una fiesta. Cuál fue la canción que más escucharon esta semana. Y si entran más, modificar esa estadística en tiempo real. ¿Qué pasa con eso? Yo creo que ahí lo que va a surgir es la impronta, el engaño del DJ, la estrategia para sorprender. La velocidad y la perceptibilidad del clima. Levantar la cabeza y ver qué pasa. Capaz que la IA te dice quién está desmarcado y quién tiene posibilidad de ir por allá y hacer alguna cosa. Pero no te va a decir en qué momento… Ahí van a quedar los DJs despiertos, sensibles y no los DJs robots. En este momento de la súper técnica, todos los DJs están tratando de tocar más prolijo, más ordenado, más como hay que tocar. Y eso ya está. Queda el engaño, el cambio de clima. Buscar el límite.


