Nicolás Cabrera: “Las barras bravas pueden ser una perfecta organización criminal o un movimiento social y cultural”

El sociólogo, especialista en violencia en el fútbol y autor de un libro sobre “Los Piratas”, asegura que en los medios de comunicación se construye una mirada incompleta sobre las barras. Además, Mauro Albarracín, conductor y productor del podcast Hermanas Bravas, cuenta cómo fue meterse en las entrañas de la hinchada de Chacarita.

Mauro Albarracín no es sociólogo ni antropólogo como Nicolás Cabrera, pero hizo un trabajo de campo propio de un investigador comprometido. Porque, para producir el podcast Hermanas Bravas, se metió en el corazón del partido bonaerense de San Martín y, desde un rincón de ese Conurbano que tanto caminó, logró contar la historia de la barra brava de Chacarita Juniors.

A lo largo de nueve episodios, el programa narra cómo dos hermanas, Ana y Angélica Molina, terminan enfrentadas por el liderazgo de una tribuna histórica y pesada como la del “Funebrero”. Con la conducción del propio Albarracín –o “Lesa”, como se los conoce a él y a su popular canal de YouTube especializado en “historias conurbanas”- y de Andrea Rincón, el ciclo se cuenta desde los conventillos del barrio y a través de las voces de los referentes de la hinchada.

Cabrera, autor de “Que la cuenten como quieran: pelear, viajar y alentar en una barra del futbol argentino”, una tesis doctoral hecha libro que refleja la vida de Los Piratas Celestes de Alberdi, la barra del Club Atlético Belgrano, destaca que el podcast revela un costado de las barras que los medios de comunicación suelen omitir.

“Los barras se pelean porque: sienten que defienden los colores de su club; por una concepción de la masculinidad en la que pelearse es una obligación moral, porque si no te peleás sos un puto o un cagón; porque defienden el honor de la barra del club al que aman, quieren y pertenecen por su abuelo o su papá que ya pertenecía y entonces es una cuestión de familia; por disputas territoriales; y también por plata y por negocios, pero no siempre es por esto último. Y ese es el recorte sesgado que hacen los medios de comunicación: creen que toda pelea es por dinero. Este es uno de los grandes aportes de Hermanas Bravas: por un lado, muestra que hay cuestiones referidas al delito y la criminalidad, pero también deja en claro que a veces tiene que ver con rivalidades familiares, malos entendidos, códigos, amores, sentimientos, etc. Nadie dice que lo que se publica en los medios sea mentira o que siempre sea falso, pero sí que es absolutamente incompleto, porque se acostumbraron a un modelo de explicación que yo, en broma, llamo ‘la grabiología’, por Gustavo Grabia, un periodista con muy buenas investigaciones pero que siempre termina explicando todo de una sola forma: la de creer que todas las peleas entre barras tienen que ver con negocios que involucran al delito”, le dice a LA SAETA el investigador becario del Conicet.

¿Por qué hay barras en el fútbol argentino? ¿Cuándo nacieron? ¿En qué momento se las legitimó? ¿Qué es ser barra? ¿Hay algo que el Estado pueda hacer para regularlas?

Cabrera arranca con un recorrido en el tiempo: “Las barras bravas no son un fenómeno argentino ni actual. Existen en toda América Latina, con distintas particularidades en cada país, pero acá al término barrabrava lo inventó la prensa en la década del 20 y del 30 del siglo XX: cuando empezaron a ocurrir los primeros incidentes de violencia, las primeras muertes, la prensa argentina comenzó a hablar de barras para colectivizar a grupos de hinchas que realizaban episodios de violencia. Después, entre las décadas del 50, 60 y 70, aparecieron las primeras barras que se autoreconocían como tales y se definían como barras: La 12, la Guardia Imperial, Los Piratas, etc. Es curioso: primero apareció la etiqueta, creada por la prensa, y después surgieron los grupos de hinchas que se definían de esa manera. Y nacieron de una necesidad de los hinchas de organizarse para acompañar al equipo y organizar la fiesta en la tribuna. Después, con el paso del tiempo, esos grupos fueron adquiriendo poder, ganando visibilidad, extendiendo sus injerencias territoriales, en algunos casos se involucraron con ciertos negocios legales e ilegales, y también empezaron a meterse en la política. Entonces, con los años se fueron expandiendo hasta constituirse en lo que son hoy: grupos de hinchas organizados que preparan la fiesta, el aliento, la salida de los equipos, y que también tienen vínculos con distintas esferas del poder: sindicatos, la política, los clubes, la economía, y en algunos casos con organizaciones delictivas”.

—Entonces, ¿qué es un barrabrava si no es lo que dicen los medios que es?
—La prensa sólo publica noticias de las barras cuando aparecen la violencia o el delito. Y una barra es mucho más que eso. En mi libro, mostré cómo una barra es un grupo de amigos, una herencia familiar, una pertenencia territorial, una ideología política, un movimiento cultural y social, un lugar en el que se produce cultura, música, arte y donde las personas entran con el objetivo de mejorar sus condiciones de vida y, muchas veces, lo logran porque gracias a la barra encuentran algún trabajo. Y también, en muchos casos, dentro de la propia barra hay personas que se dedican al delito, al narcotráfico, etc. Son grupos muy heterogéneos en los que conviven muchas personas de distintas condiciones sociales, con distintas profesiones, entre las cuales a veces hay personas que se dedican a la ilegalidad y a cometer actos violentos. Entonces, las barras pueden ser una perfecta organización criminal o un movimiento social y cultural, pero el Estado y los medios de comunicación las tratan sólo de manera criminalizante.

Cabrera reconoce que, en estos días, en el fútbol reina una violencia descarnada: “En los últimos años, vemos que las peleas de barras son más letales. Es cada vez más común que esos enfrentamientos se resuelvan a tiros, con armas de fuego. Por ende, hay más probabilidades de que un enfrentamiento entre barras termine con muertos. En la década del 50 y el 60 se peleaban a trompadas; en los 80 y los 90, a puntazos; y, sobre todo desde los 90 y a principios del siglo 21, esas peleas son con armas. Y esto puede estar relacionado con que algunas barras parecen tener más injerencia de organizaciones delictivas que regulan y modelan las barras, como en Rosario, en algunas barras del Conurbano y, en bastante menor medida, en Córdoba”.

Sobre el modo en que el Estado debería actuar en relación a las barras bravas, el autor cordobés propone asomarse hacia el exterior.

“En Brasil, a las barras les dieron personería jurídica para regularlas. Entonces, cada vez que cometen una acción criminal tienen herramientas legales para castigarlas, y no deben apelar a una figura polémica como la de la asociación ilícita –reflexiona el autor cordobés-. En Colombia, desarrollaron el concepto de ‘barrismo social’ y, básicamente, sacaron lo malo y estimularon lo bueno: combatieron la violencia, deconstruyeron el machismo, la homofobia y el racismo, con prácticas culturales y artísticas que tiene una barra, como la música, el grafiti o la literatura. En Alemania, también las transformaron en movimientos sociales importantes. En Inglaterra, muchos de los hooligans se fueron de los estadios pero a partir de una elitización muy fuerte. Hay muchas experiencias internacionales sobre las que, nosotros, podemos tratar de buscar un paradigma distinto. Hasta ahora, la batería de leyes criminalizantes el único efecto que tuvieron fue el de seguir fortaleciendo las barras, aumentando la letalidad de ellas y, en algunos casos, volverlas más permisivas y abiertas a organizaciones criminales. Hoy, uno de los grandes problemas que tenemos en Argentina son las peleas internas que, muchas veces, son por la sucesión de mandos o por algunos mercados ilegales involucrados en ella. Regularlas, darles personería jurídica, puede ser una posibilidad. Como en Brasil, que tienen elecciones abiertas y públicas para ver quién se queda con la jefatura de una barra, y es mejor que elijan a sus líderes votando y no a los tiros”.

“Hay que eliminar la violencia, no el folclore”
Mauro Albarracín
, incansable creador de contenidos digitales, fue uno de los que le puso el cuero a este podcast y se las vio cara a cara con los capos de la hinchada de “Chaca”.

“Este fue mi primer trabajo de producción grande. Pero, como tuve a productores de Martín Ciccioli, de programas como GPS y Calles Salvajes, combinamos nuestra experiencia y no fue para nada difícil hacerlo. Ellos quizás tenían los contactos más directos con la barra y eso hizo que sea todo mucho más sencillo. Anduvimos muchos meses por San Martín. Nunca tuve miedo, sí estuve bastante complicado cuando una de las hermanas Molina nos echó, pero nunca pasé por una situación de riesgo verdadero: vimos armas, drogas, peleas, pero nunca directamente dirigidas hacia nosotros. Y sabíamos qué teníamos que hacer: si se ponía muy áspero, nos teníamos que ir a la mierda y ya. Si vos entrás con respeto y demostrás que no vas a denunciar a nadie, que no querés escrachar a nadie, en el Conurbano no pasa nada”, le indica a este medio el reconocido youtuber argentino.

Respecto a la definición que rodea a un barrabrava, Albarracín sostiene que, en el imaginario popular, se exagera su alcance.

“Yo no digo que los barras son unos santos, pero sí que muchas veces se infla a pibes que paran en la tribuna y van todos los días a la cancha, que están todo el día en el club. Creo que en algún punto las barras están estigmatizadas: en los medios se habla de barras bravas como organizaciones narcodelictivas y, en realidad, muchas veces no tienen tanto poder; tienen rosca, contactos, pero el poder real no es tan grande y lo tiene la gente con dinero”, apunta el responsable del canal de YouTube que tiene casi 600.000 suscriptores.

En el cierre, quien es uno de los protagonistas de Hermanas Bravas, coincide con la mirada de Cabrera y propone “blanquear” las barras: “Siento que es algo folclórico nuestro, que es parte de nuestro fútbol. Trataría de que (el fútbol) sea un ámbito un poquito más abierto de mente, no tan retrógrado y a las barras trataría de blanquearlas, creo que son parte de lo nuestro y hay que aceptarlo e intentar eliminar la violencia, no el folclore”.

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