Pasión redimida: Santiago Longo, el orgullo que ilumina el legado familiar

El “5” de Belgrano cumplió el sueño que no pudieron alcanzar su papá y su hermano, también volantes centrales. Antes de transformarse en un pilar fundamental del equipo que logró el título en la Primera Nacional y del que ahora milita en la máxima categoría, se quedó sin pensión en Unión, fue suplente en las inferiores del “Pirata” y pensó en abandonar el fútbol cuando murió su mamá.

El 14 de agosto de 2019, se dio cuenta de que estaba viviendo el día más feliz de su vida. “Cuando la tuve en brazos, sentí un amor que no había sentido nunca”, confiesa sobre el momento en que nació Martina, su hermana menor, a la que le lleva 21 años.

Sólo un año más tarde, confirmó que estaba asistiendo al momento más doloroso de su existencia. Su mamá, esa que hacía unos meses desbordaba felicidad por la llegada de su tercer hijo, por fin la primera mujer, murió de un cáncer de colon que hizo metástasis en el hígado. “Fue un golpe muy duro, porque uno siempre tiene la esperanza de que suceda un milagro, y no sucedió. Lo más fuerte fue que mi hermanita no tenía ni un año: cumplió el año una semana después de que murió mi vieja”, se abre a corazón abierto Santiago Longo, en diálogo con LA SAETA.

Pero la montaña rusa emocional lo puso a prueba antes de ese fatídico 9 de agosto del 2020, cuando, a los 41, falleció María Laura Pastore, analista en sistemas y preceptora del colegio Fasta, en la localidad cordobesa de Freyre. El fútbol hiperprofesionalizado le dijo que debía poner en pausa su alma desgarrada para saltar a la cancha, recuperar la titularidad y darle a su equipo el triunfo que, en condición de visitante, se le negaba desde hacía dos años.

“Cuando mi mamá me dijo que tenía cáncer, a la semana me tocó jugar mi primer partido de titular, con Ricardo Caruso Lombardi como entrenador. Había jugado tres o cuatro partidos ya, y ese fin de semana hice mi primer gol como profesional en San Juan, contra San Martín. Fue una semana muy emotiva para mí y para mi familia, y la verdad es que en el club no lo sabía nadie porque yo nunca comenté lo que nos estaba pasando”, dice de los días en que no dijo nada y habló con los pies, para maquillar una tristeza sombría y para marcar el tanto temprano con el que Belgrano ganó 1-0, por la 16ta fecha de la Primera Nacional, el 8 de febrero del 2020.

A los sopapos, Longo comprendió que este viaje –el de la vida y el del fútbol- se transita con un equipaje que a veces arman otros y que, cuando la mochila pesa demasiado, lo que toca es caminar más lento, pero queda prohibido detenerse.

“Mamá falleció en plena pandemia: le detectaron la enfermedad en enero y murió en agosto. Lo que rescato de esa época es que, como no estábamos jugando, pude ir a mi pueblo y compartí con ella esos últimos meses. Al principio, por la quimioterapia viajaba cada 15 días a Córdoba, pero al final decidió que quería quedarse en casa. Y, aunque era muy duro porque había perdido bastante peso y en sus últimos días no estaba 100 por ciento lúcida, me pude despedir de ella. Y hoy la extraño muchísimo, nosotros siempre fuimos muy compañeros, compartíamos muchas cosas, pero con el tiempo uno aprende a convivir con el dolor. Sé que desde donde está, me está acompañando”, asegura el mediocampista que, en su pierna izquierda, luce un tatuaje con la leyenda “te buscaré en el cielo”.

—Después de la muerte de tu mamá, en Instagram publicaste que le perdiste el miedo y el respeto a la muerte. ¿Cómo es eso?
—Fue algo que vi en un video y la frase me quedó muy grabada. Obviamente, no es que quiera que pase, porque estoy disfrutando mucho de la vida. Pero la verdad es que sí, que le perdí un poco el miedo y el respeto a la muerte. Porque, cuando eso suceda, va a ser cuando me pueda reencontrar con ella. Me hubiese encantado que esté en este momento y disfrutando de todo lo que me está pasando en el fútbol, disfrutando de su hija, que es algo que siempre quiso: tener una hija mujer. Algún día nos vamos a reencontrar y va a poder disfrutar de lo que no pudo disfrutar en vida.

Para poder transitar ese duelo, además de su fortaleza mental, apeló a alguien al que toda su vida consideró “un ídolo”. Luciano “Chano” Longo fue un sacrificado volante central como su hijo mayor, jugó en el Club Atlético 9 de Julio Olímpico de Freyre y en Unión de Santa Fe como su hijo mayor, pero, al igual que su hijo del medio, Juan Ignacio, aunque acarició el fútbol “grande” no llegó a firmar un contrato profesional. A los 28, con dos hijos, se metió de lleno a atender el negocio familiar, soltó la “5” de Universitario y le dijo adiós a su romance con el fútbol. Ese hombre, que se había curtido el cuero adentro y fuera de la cancha, fue siempre un faro para el jugador “celeste”.

“Cuando murió su mamá, Santiago no quería volver a Córdoba, no quería jugar más al fútbol. Yo le dije: ‘Mirá, Santi, esto lamentablemente ya está. Así que, ahora hay que pelearla’. La peleó y se le dio –cuenta Luciano, mientras suelta unas lágrimas de dolor y de orgullo-. Belgrano lo ayudó mucho. Porque, cuando tenía que volver a los entrenamientos, pidió quedarse una semana más en el pueblo y se lo permitieron. El club le permitió todo, se portó siempre muy bien con nosotros y ese apoyo fue fundamental”.

Que la pelee, le dijo. Como la había peleado él hasta los 13 años en el único equipo que, en su Freyre natal, ofrecía fútbol competitivo para chicos de esas edades: el de baby fútbol de la Municipalidad, que participaba –y participa- en la Liga de San Francisco. Y como lo había hecho después, y por seis años, en “el Tatengue”, donde jugó en la primera local y, aunque llegó a hacer la pretemporada con el plantel profesional, en la década del 90, con el arribo del fallecido entrenador Daniel Silguero, fue relegado. Y como lo hizo más tarde, en sus últimos años en “el Nueve” de Freyre y en la “U” de Córdoba capital, donde terminó su carrera.

Y como lo hace todos los días en la panadería San Martín –para los vecinos, simplemente “Panadería de Longo”-, el negocio que en diciembre de 1977 abrieron su abuelo, su papá y su tío, y que hoy atiende con su mamá (Silvia, de 69 años, la encargada de “todo, maneja todo: los papeles, el despacho y esas cosas; no hay forma de sacarla”): “Por suerte, mi viejo, que murió en 2007, me enseñó el oficio de panadero. Cuando jugás al fútbol y no hacés otra cosa, te das cuenta de que no servís para nada, que lo único que sabés hacer es jugar a la pelota. Yo siempre le dije a ‘Santi’ que estudie, y empezó una carrera (Administración de Empresas, en la Siglo 21) pero, cuando le hicieron contrato, abandonó. Por el fútbol dejás todo y, por ahí, quedás en el camino. En cambio, si estudiás, al menos tenés la certeza de que en algún momento te recibís”.

Que lo intente, le aconsejó. Como también lo intentó “Juani” (22), el que hasta hace menos de tres años era el hermano menor de Santiago y que, al igual que este, jugó en el 9 de Freyre, en Belgrano y en Unión. Aunque, a diferencia del “5” del “Pirata”, este mediocampista central arrancó en la “B” –donde, en 2016, se consagró campeón con la 8va de AFA que dirigía Norberto “Beto” Fernández- y recién después se fue a Santa Fe.

Maciel Vottero es profesor de educación física y es, sobre todo, una institución en el fútbol de Freyre. Durante sus más de 30 años en el club de la ciudad, fue testigo privilegiado del periplo de los Longo por el fútbol.

“A ‘Chano’ lo dirigí en la primera de 9 de Julio: fue siempre un ‘5’ tapón, de esos que rompen, cortan, corren todo el tiempo y juegan cerquita de los centrales. ‘Juani’ era y es, porque ahora volvió a jugar a Freyre, un cararrota que la pisa, le gusta hacer un caño y jugar de volante, pero sin tanta exigencia física: nosotros lo cargamos porque quizás tenga más condiciones técnicas que Santiago, pero no tiene el sacrificio de su hermano”, narra este docente que se hizo cargo de las inferiores del club freyrense en 1991, cuando tomó el cargo que dejó nada menos que Frank Kudelka.

—¿Y Santiago?
—Santiago fue siempre muy perseverante, muy constante y muy firme con lo que quería para su vida. A los cuatro o cinco años, ya venía al club y jugaba con chicos más grandes. Arrancó en la escuelita y desde entonces no faltaba jamás a un entrenamiento. Era de esos chicos que se enojaban cuando perdían hasta en una práctica. Era un ganador neto, competitivo al máximo en todo. Jugaba de ‘9’ y era goleador: hacía, fácil, 20 o 25 goles por año. Y, si no, se paraba de enganche, pero nunca de ‘5’, como juega ahora. Yo lo tuve también en natación, y se destacaba muchísimo pese a que competía contra chicos más grandes físicamente que él. Se esforzaba y terminaba haciendo muy buenos tiempos. Se destacaba en mariposa, en crol, en pecho, y le costaba un poquito más espalda. Íbamos a los torneos provinciales en el estadio Kempes, y andaba muy bien. Lógicamente, cuando fue avanzando en el fútbol fue abandonando la natación.

Y, si bien la evolución en el fútbol ocurrió, Longo no dejó nunca de nadar contra la corriente. A los 12 años, siguió los pasos de su papá y se fue a vivir a Santa Fe para probar suerte en Unión. Pero, dos temporadas más tarde, cuando ya era titular de la séptima de AFA, el club santafesino lo sorprendió con una mala nueva.

“El primer año en Unión me costó la adaptación. No era fácil irme de casa, compartir con 60 chicos la pensión, vivir debajo de la tribuna, cambiar de colegio, estar lejos de la familia, los amigos, etc. El segundo año estuve mucho mejor, fui jugando más y, cuando arranqué el tercer año, en la pretemporada con la 7ma de AFA, era titular en casi todos los amistosos. Y, de un día para el otro, un viernes por la tarde el coordinador del club me dijo que le pase el teléfono de mi papá, lo llamaron y le comunicaron que me sacaban la pensión. Fue algo que, por el protagonismo que estaba teniendo en el quipo, me tomó por sorpresa. Así que, ese mismo día agarré las cosas y me volví. Yo tenía a mi padrino viviendo en Santa Fe y creo que ellos lo sabían, y su intención debe haber sido que me fuera a lo de él. Pero, no me gustó la actitud y me volví”, rememora de sus agridulces días en el “Rojiblanco”.

El barco “pirata” y sus tempestades
Como se quedó sin club un viernes, fue a buscar otro el martes siguiente. Cuatro días más tarde de su salida de Unión, Longo se probó en Belgrano y, tras deslumbrar en un amistoso, le dijeron que el lunes posterior debía incorporarse a los entrenamientos con sus nuevos compañeros. Sin embargo, la vida color “celeste” es bastante menos plácida.

“En mi primer año en las inferiores de Belgrano, casi no jugué en AFA, me tocó prácticamente siempre en Liga Cordobesa de Fútbol. Es más, a veces, era suplente en la LCF. Delante de mí tenía, como titular, a Wilson ‘Cachumba’ Altamirano, que llegó a debutar en primera. Y a un par más, como Federico Yadón, que ya no juega más. Después, ya en AFA, en 6ta arranqué como suplente y terminé siendo titular; en 5ta, tuve un buen año y jugué casi siempre como titular, y cuando arrancó 4ta, veía que chicos más que chicos que yo, que jugaban en mi puesto, subían a reserva y yo no. Me empecé a desesperar, pero tenía alrededor gente que me tranquilizaba y me decía que ya iba a llegar mi momento. Estuve todo el año en 4ta con la categoría 97, jugué medio año con mi categoría y recién ahí me tocó subir a reserva”, repasa quien nació un 12 de abril de 1998.

—Y ahí arrancó tu camino en el primer equipo.
—No. Empecé la pretemporada, estaba jugando, me subieron al plantel profesional para entrenarme con ellos. Y, cuando estaba a punto de debutar en primera, Belgrano perdió con Talleres, se fue el entrenador Lucas Bernardi, llegó Diego Osella y otra vez me bajaron a reserva. Al “5” que era suplente mío en reserva (Altamirano) lo subieron a primera, debutó en el famoso partido contra Banfield de los seis segundos de César Rigamonti y Fernando Espinoza. Y después, cuando Federico Lértora (expulsado) y Gastón Gil Romero (lesionado) se recuperaron, a mi compañero lo bajaron a reserva también y yo, de estar ahí nomás de debutar en primera, pasé a ser suplente en reserva otra vez. En ese momento, tenía ganas de irme del club, porque no veía que pudiera tener oportunidades. Pero, por suerte, cuando estuve a punto de buscar otros clubes, hice la pretemporada con Alfredo Berti y, después del descenso, me tocó tener continuidad y fue un crecimiento absoluto en mi carrera.

Esa evolución sostenida hizo que se convirtiera en una pieza clave del Belgrano que alcanzó el título en la segunda división, y logró transformarlo también en un engranaje fundamental del equipo en primera. Ese pibe que acunó sueños de botines y pantaloncitos cortos, hoy luce afianzado en la máxima divisional del fútbol argentino.

Augusto Pastore fue intendente de Freyre entre 2015 y 2019 y, tras ser reelecto con más del 60 por ciento de los votos, a fines del 2022 se tomó licencia para sumarse al gabinete provincial: desde entonces, se desempeña como secretario de Coordinación Territorial del Ministerio de Gobierno. Pero, antes que dirigente político, fue vecino y pariente del futbolista cordobés.

“Yo era primo hermano de María Laura, la mamá de Santiago. El abuelo materno de él, ‘Beto’ (Carlos Alberto), que vive y era pintor de obras, era hermano de mi papá, Rubens, que ya falleció. Así que, a ‘Santi’ lo conozco muy bien. Se fue del pueblo siendo muy chico, para cumplir ese sueño que había intentado cumplir el padre y no había podido. Es uno de los tantos chicos que pasan todo el día en el club y practican alguna disciplina. Freyre tiene alrededor de 8000 habitantes, es un lugar tranquilo en el que todavía podés dejar la bicicleta afuera y no pasa nada. Y los pibes como Santiago se crían en el club. Ahí tuvo una gran división, con muy buenos jugadores, y una gran determinación: así como juega, vive, todo con mucha intensidad. Y los golpes que recibió, creo, lo hicieron más fuerte. Lo de la madre, que parecía que lo podía llegar a tirar abajo, al final no lo derrumbó y justo ahí vino su despegue”, apunta el funcionario sobre quien curiosamente nació en San Francisco y no en Freyre: el día del parto, el cordón umbilical se le dio vuelta y debieron atenderlo en la Clínica Carrá de la ciudad cabecera del departamento San Justo.

Después de tanto perseguirlo, el milagro golpeó la puerta de los Longo. Eso que habían estado buscando ‘Chano’ y ‘Juani’, ‘Santi’ lo pudo llevar a casa. Y la felicidad trascendió los límites del campo de juego. Porque, aunque María Laura haga falta todos los días, la sonrisa de Martina hace que su ausencia duela un poquito menos: “Mi hermanita es un regalo que nos mandó Dios, para que la pérdida de mi mamá no sea tan dura”.

Foto: prensa Club Atlético Belgrano.