Quería probar suerte afuera. Quería ser como Messi. Pero también como su papá. Y como Riquelme. A los 11 años, Bruno Zapelli dijo que estaba listo para irse a jugar al Villarreal. Soñaba con ser futbolista y soñaba con que España le diera la misma oportunidad que le brindó a Leo, en la misma ciudad en la que brilló Román, a una hora y media en avión de donde se desarrolló profesionalmente su papá.
Antes de atender la quiniela que manejan junto con su esposa, Hilda López, Ángel Zapelli fue trabajador golondrina en Suiza durante más de 15 años. Viajó por primera vez en el 84, cuando no tenía pareja, hijos ni mayores responsabilidades, y lo hizo luego de manera ininterrumpida entre el 2002 y el 2020: Bruno celebró su primer año en ese país de Europa Central, y su papá volvió de trabajar de allá por última vez cuatro días antes de que en Argentina se decretara el aislamiento social, preventivo y obligatorio por la pandemia de coronavirus.
Ángel e Hilda se conocieron en el Portal del Lago, un tradicional hotel de Villa Carlos Paz donde él trabajaba como recepcionista y ella, como mucama. Él ya era padre de Giuliano, y ella todavía no era mamá. Pero, después de un año de novios, nació quien es hoy una de las grandes promesas del fútbol argentino: Bruno Zapelli.
Y, junto con el amor, florecieron también las deudas. En el 2002, el país todavía deambulaba aturdido por el estallido del año anterior, con el estado de sitio, los cacerolazos, los cinco presidentes en 11 días, el Corralito y los muertos por la represión. El “que se vayan todos” resonó demasiado fuerte.
“A mí acá no me iba bien. Cuando nos casamos con Hilda, teníamos deudas con tarjetas de crédito, con el almacén, les debíamos a los parientes, a todo el mundo. Un día, en el hotel nos juntaron y nos dijeron: ‘O echamos gente o bajamos los sueldos’. Éramos como 50 empleados. Cuando terminó esa reunión, le dije a mi esposa: ‘Yo tengo contactos en Suiza. ¿Qué te parece si me voy yo primero y después se van vos y Brunito? Los vengo a buscar y nos buscamos la vida allá. Fui y hablé con el dueño del hotel, que era Juan Baremberg, un tipazo, y me dijo: ‘Ningún problema. Yo te pago el pasaje, te doy mil dólares y le pago el sueldo a Hilda hasta que vengas a buscarla’. Y así fue”, cuenta el principio de su aventura Ángel Zapelli, en diálogo con LA SAETA.
Primero fue en la vendimia, en los paradisíacos Alpes suizos, y después en los rubros que más conocía: hotelería y restaurantes.
“A mí me apasionaba hacer la cosecha de uvas. Me divertía, a pesar de que trabajaba 12 o 14 horas por día, porque tenía 30 años. Cortábamos las uvas, las poníamos en cajas de 20 kilos, cargábamos los camiones y los llevábamos a las bodegas. Y, en la bodega, estábamos hasta las 5 de la tarde haciendo todo el trabajo de prensado y del proceso del vino. Después, que empecé a hablar más francés, a hacer trámites en las comunas y me podía desenvolver solo, arranqué a trabajar en los restaurantes, donde se ganaba más porque tenía el sueldo, la propina, y almorzaba y cenaba ahí. Trabajé en el Hôtel Montpelier, en Verbier, que es un centro de esquí muy conocido, y después me trasladé a Crans-Montana, al pueblo, en la Parrilla Argentina chez Chico. Con esos trabajos en Suiza pudimos criar a nuestros hijos y progresar un poquito. Pudimos conseguir la casa, el auto y, de a poco, fuimos mejorando”, narra el padre del mediocampista.
Si la estabilidad era un bálsamo que venía de Europa, hacia allá había que mirar. Algo así habrá pensado un chiquilín Bruno, que priorizó una propuesta de España por sobre las de Boca, Estudiantes y Racing. Sí, a los 11 años, el actual “10” de Belgrano ya había pasado pruebas en todos esos clubes de la Argentina, pero prefirió tomar el camino más difícil: instalarse en la Comunidad Valenciana.

“Yo tenía el sueño de ser como Messi, que se fue a España de chico con toda la ilusión. Pensaba en eso y decía: ‘Qué hermoso jugar ahí y ver todos esos jugadores’. En el Villarreal, comíamos en la pensión y teníamos al lado a todos los de la Primera, y en ese momento veíamos a jugadores que eran unos cracks: (Luciano) Vietto, Mateo Musacchio, Bruno Soriano, Marcos Senna. Y todavía se hablaba de Román (Riquelme) como un crack”, argumenta el joven volante creativo.
—¿Por qué Villarreal y no un club de acá?
—Cuando jugaba en Atlético Carlos Paz, había muchos clubes que iban, hacían pruebas y se iban. Había ido Racing, fui a unos torneítos de prueba y quedé. Después fue Boca, y lo mismo. Hasta que fui a entrenarme a Adiur (Agrupación Deportiva Infantil Unión Rosario), en Rosario, y ellos tienen el convenio con Villarreal. Fui a un torneo con el Villarreal y me dijeron que me quedé. Volví un tiempo acá y después me volví a ir. Tenía el sueño de Messi.
Ángel le agrega detalles a aquella incursión de dos años por el Submarino Amarillo.
“Fuimos en Semana Santa a un torneo y le fue muy bien. Les encantó, querían que se quede ahí mismo. Pero era abril y les dije que no, que Bruno estaba en el último año de la primaria, y quería que la termine. Nos dijeron que nos iban a mandar el contrato para que lo analizáramos y decidiéramos. Bruno estaba chocho, le había encantado y la verdad es que a mí también me había gustado. En esos días vino (Norberto) ‘el Muñeco’ Madurga, que trabajaba en Boca, y Bruno se fue a probar allá dos veces. De 23 chicos, eligieron a Bruno y un arquero de Entre Ríos. Nunca lo vi jugar tan bien como jugó cuando fue a Boca. Lo pusieron con chicos que eran dos categorías más grandes que la de él. Y Bruno le dio seis, siete goles hechos al ‘9’. La gente de Boca se volvió loca. Se vino Madurga dos días a Carlos Paz a tratar de convencernos con el contrato. Pero Bruno eligió el Villarreal. Nosotros siempre lo acompañamos, lo charlamos en familia, pero el que finalmente decide es él”, reflexiona el papá del jugador que, alguna vez, integró la selección argentina sub-17.

Y aunque estaba convencido de que era el camino correcto, el actual enganche “pirata” confiesa que debió sortear más de un obstáculo: “Al principio me costaba. A la noche me ponía a pensar y extrañaba. Lloraba bastante, sobre todo en los tiempos libres. Me ponía a maquinar. No me imaginé nunca lo duro que podía llegar a ser. Después, mi viejo me dio fuerzas para que viera que era lo que yo quería, que era mi sueño. Hoy, creo que eso me ayudó, me fortaleció la cabeza. Y, al final, ya era distinto: estaba metido en la vida de allá. Vivía en la pensión, íbamos al colegio a la mañana, nos entrenábamos a la tarde y después teníamos otra hora de estudio. Estaba todo el día haciendo algo, entonces llegaba a la noche muerto y me dormía. Tenía mi rutina. Estuvo conmigo mi papá, después me visitaban mi mamá y mi hermana, y en los últimos seis meses, yo ya tenía 12 años, me quedé solo”.
Ángel, que lo acompañó en ese proceso, reconoce que aquel viaje quizás no haya sido la alternativa más conveniente: “Con el diario del lunes, creo que fue una equivocación que Bruno fuera al Villareal, porque cuando él tenía 10 años acá lo querían todos: Boca, Racing, Estudiantes. Él quería probar allá, se fue, pero no fue tan fácil. Porque sufría, era muy chiquito todavía. Y a eso lo veo ahora, que ya pasó la experiencia. Pero Bruno sufrió, sufrió mucho. Había veces que lloraba cuando llegaban los domingos a la noche. O cuando venía a Argentina y se tenía que volver”.
Atravesar el viento sin documentos
Antes del idilio que vivió con su nueva patria, Ángel trabajó en la cosecha de la uva como ilegal durante tres años, con los riesgos que eso implicaba: una generosa multa al empleador y la inmediata deportación del migrante. Con mucha menos edad y en un contexto absolutamente diferente, Bruno debió enfrentarse a un peligro similar.

“Cuando surgen las denuncias de la FIFA contra el Barcelona, empiezan a investigar en todos lados, fueron a todos los campeonatos regionales. Y a Bruno lo denunciaron. Pedían las fichas de los partidos y veían: ‘Bruno Zapelli, italiano’. Y se preguntaban: ‘Este, ¿de dónde viene? ¿Qué hace? ¿Con quién está? ¿A qué se dedica la familia?’. Porque no es lo mismo que vaya el padre, contratado por una empresa, lleve a toda la familia y de paso lleve al hijo a jugar a Villarreal, a Barcelona, donde sea, a que vaya el hijo, contratado por el club, con 10, 11, 12 años, y esté toda la familia por atrás dependiendo de ese chico. Entonces, lo que hacía la FIFA, y me parece bárbaro, es proteger a los chicos”, señala quien, en su juventud y en Villa Carlos Paz, fue delantero del Club Sportivo Bolívar y del Centro Italiano.
Mientras la descosía en el Villarreal, hubo un momento en el que los directivos del club español hicieron lo imposible por esconderlo. Para evitar las sanciones que por fichar menores extranjeros de forma irregular les impusieron, entre otras instituciones, al Barcelona, hasta llegaron a suplantarle la identidad. Para intentar ocultarlo, los dirigentes llevaron a Zapelli al Roda, una especie de club subsidiario del Villarreal. Pero, un buen día, las cámaras se posaron sobre esa pequeña entidad deportiva y el que brilló con luz propia fue Bruno.
“El presidente del Villarreal prometió una ciudad deportiva para el Roda. Y, en la inauguración del predio, dio la casualidad de que el primer equipo en jugar fue el cadete F, donde habían mandado a Bruno. A los 15 o 20 minutos, le tiraron un centro y, como nunca, hizo un gol de cabeza. El partido se detuvo, le sacaron fotos por haber el hecho el primer gol en la ciudad deportiva y, al otro día, en todos los diarios decían que ese gol había sido de Juan Rodríguez. Entonces voy y les pregunto, y los directivos me dicen que mi hijo no podía tener ninguna relación con el Villarreal, porque se exponían a una fuerte sanción por parte de la FIFA”, explica Ángel.

La fantasía del Viejo Continente había hallado una barrera infranqueable. La vuelta a Córdoba vino acompañada por el proyecto de un club con menos pergaminos, pero con suficiente orden como Belgrano. Y fue el club de barrio Alberdi el encargado de poner de pie a un chico que venía de sufrir un prematuro tropiezo: “Cuando se vino a Córdoba y fue a Belgrano, vino medio golpeado, porque parecería que hubiera fracasado. Fue una experiencia agridulce, con momentos buenos y otros difíciles. Estando en Belgrano, (Federico) Bessone me dijo: ‘Tu hijo es un gran jugador, pero es un chico triste, sin alegría. Vamos a tratar de recuperarlo de a poquito’”.
Y Zapelli, poco a poco, volvió a sonreír: empezó como suplente en el equipo que competía en la Liga Cordobesa de Fútbol, después fue el ‘10’ del plantel, más tarde se sentó en el banco del elenco que jugaba en inferiores de AFA, y terminó vistiendo la ‘10’ de ese conjunto.
Hoy como ayer, Bruno, Ángel e Hilda siguen trabajando, aunque con una sonrisa bastante más elástica que la que lucían hace algunos años. Con parte de la plata que ganó en Villarreal, a Bruno le compraron un local comercial en San Nicolás, un barrio de Malagueño situado a cuatro kilómetros de Villa Carlos Paz, donde actualmente funciona la quiniela que trabajan sus papás.
“La quiniela es de los dos. Antes, el que trabajaba casi siempre era mi viejo, pero mi vieja se quedaba con nosotros y nos llevaba al colegio, nos cocinaba, mantenía la casa en un nivel espectacular. Ahora van los dos y se turnan: uno a la mañana y el otro, a la tarde”, cuenta la joya del “Celeste”, cuya cláusula de salida está tasada en 10 millones de dólares.
Ese “viejo”, devenido en agenciero, agrega: “En 2012 o 2013, por ahí, compramos la quiniela. Antes nos iba bien, pero ahora es un negocio que se vino abajo, porque no hay un mango. Teníamos Rapipago, un kiosco, pero, con el crecimiento de Bruno, sacamos todo y dejamos solo la quiniela. Los días que juega Bruno, el negocio se cierra. Yo voy adonde juegue, siempre lo acompaño. Después del último viaje a Suiza, su representante me dijo que era mejor que me quedara, para acompañarlo. Me dijo que era importante que estuviera la familia. Entonces, hicimos una especie de sociedad, y me reconoce lo que más o menos cobraba en Suiza”.
Los sueños de los Zapelli no se detienen. Marchan al ritmo prudente y elegante que marca su hijo adentro de una cancha y ante los micrófonos: “Mi sueño es poder seguir creciendo en el fútbol y poder seguir ayudando a mi familia, que sigamos juntos y poder llegar a la élite del fútbol”.


